Actualmente estamos acostumbrados a hacer las cosas porque nos ven, porque alguien nos está mirando; y si se trata de un trabajo manual, lo lindo es lo que se ve, lo que observa el posible comprador, pero lo de adentro lo dejamos sin pulir.
Como es el caso de personas a quienes se les contrata para realizar una labor, y lo que alcanzan a observar las personas, es lo más bonito, lo más vistoso, pero muchas veces encontramos detalles sin terminar en lo que va por dentro, en lo que no se alcanza a observar a simple vista, porque muchas veces no hacemos sino para lo que se nos contrató olvidando dar lo mejor de nosotros.
A algunos nos ha sucedido que hemos comprado alguna prenda y por fuera son bellas, pero a los días se empiezan a descoser y la sorpresa que nos llevamos es que el terminado por dentro es feo, sin pulir y sentimos un desengaño porque esperábamos que lo de adentro fuera tan bonito como lo de por fuera.
Un maravilloso ejemplo de la integridad lo encontramos en esta breve pero diciente historia, donde aprendemos a dar lo mejor de nosotros mismos, a dejar de lado la mediocridad.