Somos una entidad sin ánimo de lucro que busca mejorar el nivel de vida de las madres cabeza de familia mediante asesorías y cursos para incursionar en el campo laboral, igualmente en alimentos
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Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados. Una mujer, que siendo joven, tiene la reflexión de una anciana; y en la vejez, trabaja con el ardor de la juventud. Una mujer, que si es ignorante, descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio; y si es instruida, se acomoda a la simplicidad de los niños. Una mujer, que siendo pobre, se satisface con la felicidad de los que ama; y siendo rica, daría con gusto su tesoro por no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud. Una mujer que siendo vigorosa, se estremece con el vagido de un niño; y siendo débil, se reviste con la bravura de un león. Una mujer que mientras vive, no la sabemos estimar, porque a su lado todos los dolores se olvidan; pero después de muerta, daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos por mirarla sólo un sólo instante, por recibir de ella un sólo abrazo, por escuchar un sólo acento de sus labios. De esta mujer no me exijáis el nombre, si no queréis que empañe con lágrimas estas páginas... porque ya la ví pasar en mi camino. Cuando crezcan vuestros hijos, leedles éstas páginas y ellos cubriendo de besos vuestra frente, os dirán que un humilde viajero, en pago del suntuoso hospedaje recibido, ha dejado aquí para vosotros y para ellos, un boceto del retrato de un madre.
Damón y Fintias, fueron dos filósofos pitagóricos que vivieron en el siglo IV en Silicia. Ambos eran amantes de la paz y llegaron en uno de sus viajes a Siracusa y se encontraron con el régimen tiránico de Dionisio I. Fintias, indignado, critico abiertamente la situación que vivía el pueblo de Siracusa. Dionisio al oír esto lo mando arrestar y de inmediato lo condenó a muerte. Fintias suplicó al rey que lo dejase volver a su pueblo para despedirse de su familia y poner en orden su hacienda, sin embargo el rey dudaba que Fintias fuera a volver, por ello sugirió que si un rehén se quedaba en su lugar, éste tendría el permiso deseado. Damón se presentó voluntariamente como rehén mientras Fintias iba a su hogar a lo que Dionisio accedió fijando un plazo para que Fintias volviera o de lo contrario Damón sería ejecutado. Damón fue encerrado y Fintias volvió pronto a su hogar. Sin embargo al volver el barco en el que viajaba fue asaltado por piratas. A pesar de las suplicas, Fintias fue lanzado por la borda y tuvo que nadar hasta la orilla siciliana desde donde tuvo que emprender un viaje a pie hasta Siracusa. Debido a este contratiempo Fintias no llegó a tiempo para cumplir el plazo del rey, por lo que Damón debía ser ejecutado, pero a pesar de ello mantenía la confianza depositada en la palabra dada por su amigo y proclamaba que, a pesar de no llegar a tiempo, estaba seguro de que Fintias había hecho lo posible por cumplir lo acordado. Fintias llegó en el último momento. Exhausto, con la ropa desgarrada y los pies sangrando por el gran esfuerzo de correr descalzo; se subió al cadalso y exclamó: "¡Ya he llegado, liberen a Damón y matenme a mí"!, ofreciéndose al verdugo. Sin embargo el rey Dionisio, sorprendido por la gran lealtad que los dos hombres mostraron, perdonó a ambos solicitando ser participe de tan noble amistad. Así los dos hombres pasaron a ocupar cargos de consejeros dentro de la corte de Dionisio. (Historia recogida por los escritores Friedrich Vo Schiller, Osamu Dazai o Richard Edwards). Juan 15:13 "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos".